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Consejos de un Gran Maestro

Floyd WoodworthPor Floyd W. Woodworth

Ministerio iniciado en 1947; Diploma, Central Bible Institute, Springfield, Missouri, E.U.A.; Licenciatura, Literatura Bíblica, Bethany College, Bethany, Oklahoma, E.U.A.; Maestría, Literatura Hispanoamericana, University of Southern California, Los Angeles, California, E.U.A.

(Adaptado del artículo “UN ELEMENTO INDISPENSABLE PARA UN INSTITUTO EFICAZ”, Revista Conozca Año 9, Número 3, Julio/ Sep ´83) 

Hay “institutos” e Institutos. Ninguno va a ser mejor que los maestros que dirigen a los estudiantes en el descubrimiento de las verdades y en su aplicación, tanto a la vida como al ministerio.

Todos tenemos una obligación sagrada de mejorar nuestra enseñanza continuamente. El Nuevo Testamento insta al progreso, a subir a nuevas alturas. La Iglesia, cada vez más desarrollada, lo exige. Los ministros en ciernes lo esperan.

La parte espiritual del profesor

La superación espiritual ocupa la primera casilla en la jerarquización de valores para el maestro. No tiene sentido el esfuerzo de aumentar los conocimientos intelectuales y mejorar la capacidad profesional sin un correspondiente ascenso en el conocimiento de Dios. Pablo exclamó, después de haber sido maestro por muchos años, que deseaba conocer a Cristo y el poder de su resurrección. Proseguía para ver si lograba asir aquello. Eso de asir proyecta la idea de un esfuerzo tenaz.

Impartimos muchas lecciones a través de nuestras actitudes, por ello tenemos que revisarlas con frecuencia.  Aquél centro de formación ministerial cuyos profesores anhelan más de Dios, será el que palpite con vida espiritual, aunque no tenga cómodos pupitres o pisos bien pulidos.

La parte formativa del estudiante

Muchos no han aprendido todavía a incentivar al alumno a estudiar.  Si el instituto sirve, es porque sus profesores han dado con técnicas y habilidades para despertar interés en el estudiante.  Un maestro necesita ver el potencial de un alumno, aunque no aparente tenerlo en el momento. Hasta no tener la capacidad de crear en el alumno una pasión por la exploración de verdades desconocidas, el maestro no ha enseñado.  

Algunos sicólogos definen la motivación como la creación de una tensión que resulta de una necesidad no satisfecha todavía. Tenemos que crear tensión, pues, de alguna manera. El instituto cuyos profesores sepan incentivar será un instituto donde aprenderán los estudiantes.

La capacidad del profesor

El maestro capaz es también aquel que emplea las mejores técnicas pedagógicas. Dicho de otra manera, nuestro ministerio surtirá más efecto si utilizamos más las mejores técnicas. No podemos dejar a un lado el valor que nos proporcionan los múltiples auxiliares a nuestra disposición. Vale la pena adiestrarnos en su empleo.

Y no nos olvidemos de otro deber inacabable de cada maestro: la ampliación continua de los conocimientos en la materia que dicta. Forzosamente tenemos que saber más de lo que el alumno debe aprender. Tenemos que mantenernos al tanto de las nuevas ideas y problemas del campo. Salen nuevos libros. Nuestra tarea no consiste solamente en enviar al estudiante a la biblioteca. Allí nos debe encontrar a nosotros leyendo e investigando asiduamente.

Sin excusas

No cuesta nada poner objeciones o excusas para no enriquecer nuestro ministerio. Podremos llorar las estrecheces sufridas en el pasado, pero con ello no llegaremos a mejorar nuestro ministerio.

Nuestra vida agitada, con sus vaivenes y complicaciones, puede oxidar nuestro trabajo. Nuestras intenciones de enseñar mejor pueden debilitarse. Pero si queremos mejores centros de formación, tendremos que levantar el nivel de nuestro ministerio, porque los maestros siempre proyectaremos lo que será el instituto donde ejercemos el magisterio. Celebremos talleres de renovación y adiestramiento. Hagamos todos nuestra parte.