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La urgencia de la autoevaluación
Jorge Echazábal
Desde 1997, en reunión trienal del CEC en Costa Rica, se sembró la
semilla de la necesidad de tener instrumentos de evaluación que nos
permitan valorar los procesos que viven las instituciones
educativas. En esa ocasión se acordó “pedir una evaluación anual al
departamento de educación cristiana o junta administrativa de cada
país” (refiérase a
Plan Básico,
Cap. 3, Sección B, 9.5 Evaluación periódica y
Apéndice C 1 pág. 198). Con una
visión que se anticipaba a procesos que hoy y cada día cobran mayor
importancia, se pretendía tener información sobre aspectos que nos
llevaran a reflexionar acerca del impacto del Instituto Bíblico en
relación con su misión.
La evaluación o autoevaluación es el proceso imprescindible de la
administración de todo organismo que se ha propuesto ser relevante y
que comprende la necesidad de una clara visión de la razón de su
existencia y del propósito específico que dirige cada una de sus
acciones. Los sinónimos del término anuncian una dinámica
interesante: Valorar, ajustar, calcular, tantear, apreciar,
calificar, estimar.
El evangelio consigna las palabras de Jesús acerca de la acción de
evaluar: “Pero, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién
comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo
para ver si hay suficiente dinero para terminarlo? De no ser así,
tal vez termines sólo los cimientos antes de quedarte sin dinero, y
entonces todos se reirán de ti. Dirán: “¡Ahí está el que comenzó un
edificio y no pudo terminarlo!”. (Luc. 14:28-30 NTV)
A propósito de estas palabras, el Maestro se refiere a la evaluación
anticipada o “ex - ante” que se elabora antes de la ejecución de un
proyecto. Habiendo cuatro categorías de la acción evaluativa, ex –
ante, de procesos, de resultados, y de impacto, nos avocamos las dos
últimas por estar mayormente relacionadas con las necesidades de
nuestras instituciones, llamadas evaluaciones sumativas (de
resultados y de impacto). Estas arrojarán conclusiones que podrían
contribuir al mejoramiento de la calidad de la enseñanza y a la
relevancia que dignifica al Señor y su Obra.
¿Qué lugar ocupa el proceso de evaluación dentro de las fases de una
administración eficaz de un Seminario o Instituto Bíblico?
Esta
debería ser la pregunta que ocupe el segundo lugar. La primera
pregunta tendría que ver con una actitud proactiva. El pasaje de
Lucas en esta versión dice: “No comiences sin…” El liderazgo
Latinoamericano debe actuar bajo una visión trascendente, pues los
tiempos actuales lo ameritan. Una actitud de funcionario
administrativo de una organización sin rumbo fijo debe cederle paso
a la de un ministro de Dios que se preocupa por su aporte y el de su
ministerio al avance del Reino de Dios. No es un líder que actúa
solo, reaccionando a los problemas cotidianos de su cargo, sino que
se mantiene actualizado y anticipado, siguiendo una visión
específica que Dios le ha planteado. La implementación de esa visión
específica y sus elementos le proporcionaría las acciones que luego
van a ser evaluadas.
Es bajo esta nueva dinámica que cobra prominencia los contenidos de
los documentos constitucionales y operativos de la
Asociación
Teológica para América Latina (ATAL). Su existencia se
debe a la necesidad de reflexión por parte de los líderes
educacionales en pos de una constante actualización de procesos que
nos conduzcan a elevar los estándares. El preámbulo de la
Constitución y Estatutos de ATAL, en sus últimas líneas, reza así:
“Esta asociación es un esfuerzo cooperativo entre las instituciones
teológicas para proveer dirección y eficacia en el desarrollo de sus
programas de capacitación.” La preocupación por mantener la
relevancia de nuestra tarea educativa hace que nos agrupemos en una
confraternidad que constantemente revisa la eficiencia y eficacia de
nuestro ministerio institucional. Necesidades o áreas sensibles
comunes de la obra local de nuestros países inspiran criterios
afines, los cuales no necesariamente nos llevan a “estandarización”
sino más bien repercuten en el fortalecimiento de la unidad en toda
la región.
Hace más de diez años se gestaban pensamientos que proponían las
primeras ideas sobre acreditación de nuestras instituciones
educativas. Está plasmado en el último párrafo del Artículo 1 de la
Constitución de ATAL: “Días históricos se vivirán para que los
institutos bíblicos de toda América Latina puedan seguir
perfeccionando su notable y necesaria labor, formar los obreros del
Señor en un continente donde la Iglesia de Cristo avanza
rápidamente.” La acreditación se convirtió en el servicio primordial
de ATAL invitando a los líderes a participar de un proceso
voluntario y saludable. El perfil que los Institutos Bíblicos
solicitantes debían presentar reuniría las siguientes
características básicas (Véase
Artículo IV de la constitución):
• Guiado por metas bien definidas y apropiadas.
• Condiciones y procedimientos establecidos, bajo los cuales
alcanzar sus metas.
• Actualmente cumpliendo sus metas.
• Expectativa de un continuo proceso al respecto.
El instrumento de comprobación de que la institución estuviera
cumpliendo con los requerimientos básicos para otorgarle la
acreditación es que complete una gestión de auto-evaluación basada
en las normas de la Asociación. El proceso brindaba un “vistazo de
todas las áreas de los programas” del Instituto bíblico desde la
perspectiva de los Docentes, Directivos, el alumnado y la comunidad.
Es en este punto donde, en el Centro de Recursos y Asesoría, de
manera incisiva, nos preguntamos, si sería oportuno iniciar procesos
que nos llevaran elevar la calidad del servicio que brindan los
docentes y administrativos de los Institutos Bíblicos. Aquí es donde
nace PROCEPA como un proyecto que activaría la gestión de
acreditación de los Institutos Bíblicos. En este punto parecíamos
estar saltando por encima de pasos que eran necesarios para
justificar el Programa formativo para la certificación de Profesores
y Administrativos. Necesitábamos los resultados de las
autoevaluaciones de los institutos bíblicos que arrojaran tal
necesidad, informaciones de las cuales carecíamos en ese entonces.
Pero teníamos la valiosa información que nos proporcionaban los
Diálogos Internacionales con los líderes educacionales de
Latinoamérica y las informaciones estadísticas emanadas de las
Cumbres Educativas, llamadas en esos días Encuentros Educativos. Las
consultas resultantes del proyecto PROCEPA nos llevaron a concluir
sobre la necesidad de abordar temas específicos por medio de
talleres que cumplieran tres objetivos: Actualización, Formación
Continua para elevar estándares en la formación del personal docente
y administrativo.
Los
Diálogos Estratégicos Nacionales (DEN) han sido otra
de las iniciativas del Centro de Recursos y Asesoría que han
contribuido a llevar al liderazgo nacional de varios países a
formularse interrogantes que conducen a construir una Declaración de
Visión – Misión. Esto se ha logrado por el método de un diálogo
local estructurado para alcanzar ese fin lo cual es parte de los
modernos procesos de Planeación Estratégica. De esta manera, los
directivos estarían siendo orientados a proponerse derroteros en
base a un análisis de su propia historia local y de sus propias
necesidades sentidas. La conclusión sería hacer propuestas de
acciones a corto, mediano y largo plazo en base a la misma
declaración. ¿Qué cosas evaluarían cada año los directivos? Las
acciones acordadas y los componentes de su declaración de
Visión-Misión.
¿Por qué evaluar?
La actividad o proceso de autoevaluación no se debe considerar un
fin en sí misma. Crear instrumentos de evaluación y obtener
informaciones estadísticas sin conclusiones que nos lleven alguna
parte podría ser una gran pérdida de tiempo y recursos.
La evaluación es un instrumento para el mejoramiento que permite
obtener información válida y confiable sobre nuestra gestión
administrativa de la Educación Cristiana o de un Instituto Bíblico
local con el fin de optimizar el trabajo que realizamos. Nos permite
percibir las áreas y personal específico que pueden estar
dificultando el avance de la institución y crear los mecanismos que
produzcan eficiencia y eficacia de la labor. El currículo, el plan
de estudios, las dinámicas del aula de clases pueden ser ajustados
para un mayor desarrollo de las competencias básicas.
Las decisiones administrativas encuentran una mayor certeza, se
establecen metas atinadas, definen mejor los criterios buscando
garantizar un mejoramiento constante, coherente, pertinente y
sostenible. Además, reconocemos la necesidad de los puntos de
referencias locales, regionales y nacionales que nos proporcionan
las evaluaciones y así evitar el actuar bajo “ensayo y error” cuando
tenemos que abrir nuevas extensiones o incursionar en nuevas áreas.
Tenemos que reflexionar sobre nuestro grado de competitividad sin
caer en un ánimo de competencia con las ofertas de otras
instituciones y programas que abundan en la actualidad y que
prometen una formación rápida, fácil, accesible y con métodos y
tecnologías modernas. La presión actual acerca de la acreditación
debe encausarse con acciones que sean el resultado de un compromiso
con la calidad. La unificación de criterios debe ser una fase
resultante de una revisión de nuestros criterios elevándolos al
nivel que mantenga nuestros Seminarios e Institutos Bíblicos
relevantes frente a una sociedad exigente y en constante cambio.
¿Cómo comenzamos las acciones de “valorar, ajustar, calcular,
tantear, apreciar, calificar, estimar”, sinónimas de evaluar?
El Plan Básico, su filosofía y propuestas serían el
punto de partida para revisar fundamentos. Considerar las secciones
relacionadas con el
Nivel Ministerial (véase Págs.31-36, Versión
Virtual), y luego las justificaciones y criterios para los cambios
realizados en la propuesta de Estudios Centralizados. Las páginas
127 a 134 nos presentan un instrumento a manera de cuestionario y
encuesta, que aborda las variables e indicadores relacionados con
los Institutos Bíblicos. Los materiales de ayuda y el esquema que
presenta el Plan Básico en el Apéndice 3 (págs. 136-144) para la
constitución de un Instituto Bíblico, arrojan elementos valiosos
para una gestión de autoevaluación.
Pero a nivel de la esfera nacional o local, será siempre
recomendable tener primero el planteamiento de una visión o
estrategia nacional a la cual estén sujetas o que sirvan de
directrices para las acciones de los institutos bíblicos sedes,
regionales o locales.
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