| Declaración de Verdades Fundamentales 
			[Desde el principio, los líderes 
			de las Asambleas de Dios vieron la necesidad de determinar algunas 
			normas fundamentales. Las dieciséis normas doctrinales que tenemos 
			hoy son esencialmente las mismas Verdades Fundamentales que se 
			establecieron en 1916.] [Declaración 
			de Verdades Fundamentales PDF] La Biblia es nuestra regla suficiente de fe y conducta. Esta 
			Declaración de verdades fundamentales tiene por objeto simplemente 
			ser una base para la confraternidad entre nosotros (v.g., que todos 
			hablemos una misma cosa, 1 Corintios 1:10; Hechos 2:42). La 
			fraseología que se usa en esta declaración no es inspirada ni 
			disputada, pero la verdad que se presenta se considera esencial para 
			un ministerio del evangelio completo. No se afirma que esta 
			declaración contenga toda la verdad bíblica, sólo que abarca nuestra 
			necesidad tocante a estas doctrinas fundamentales. 1. La inspiración de las Escrituras Las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, son 
			verbalmente inspiradas por Dios y son la revelación de Dios para el 
			hombre, la regla infalible y autoritaria de fe y conducta (2 Timoteo 
			3:15-17; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Pedro 1:21). 2. El único Dios verdadero El único Dios verdadero se ha revelado como el eterno existente 
			en sí mismo "YO SOY", el Creador del cielo y de la tierra y Redentor 
			de la humanidad. Se ha revelado también encarnando los principios de 
			relación y asociación como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Deuteronomio 
			6:4; Isaías 43:10,11; Mateo 28:19; Lucas 3:22). LA DEIDAD ADORABLE (a) Definición de vocablos Los vocablos trinidad y personas, según se 
			relacionan con la Deidad, aunque no se encuentran en la Biblia, son 
			vocablos que están en armonía con ella, por lo tanto podemos 
			comunicar a los demás nuestro entendimiento inmediato de la doctrina 
			de Cristo respecto al Ser de Dios, según se distingue de "muchos 
			dioses y muchos señores". Por tanto podemos hablar debidamente del 
			Señor nuestro Dios, que es un solo Señor, como una Trinidad o como 
			un Ser de tres personas, sin apartarnos por ello de las enseñanzas 
			bíblicas (como ejemplo, Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 
			14:16,17). (b) Distinción y relación en la Deidad Cristo enseñó una distinción de personas en la Deidad que expresó 
			en términos específicos de relación, como Padre, Hijo y Espíritu 
			Santo, pero que esta distinción y relación, en lo que a su forma se 
			refiere es inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo 
			explica (Lucas 1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25-27; 28:19; 2 
			Corintios 13:14; 1 Juan 1:3, 4). (c) Unidad del Único Ser del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
			
			 Por lo tanto, de la misma manera, hay eso en el Padre que 
			lo constituye Padre y no Hijo; hay eso en el Hijo que lo 
			constituye Hijo y no Padre; y hay eso en el Espíritu Santo 
			que lo constituye Espíritu Santo y no Padre ni Hijo. Por lo que el 
			Padre es el Engendrador; el Hijo es el Engendrado; y el Espíritu 
			Santo es el que procede del Padre y del Hijo. Así que, por cuanto 
			estas tres personas de la Deidad están en un estado de unidad, 
			existe un solo Señor Dios Todopoderoso y tiene un solo nombre (Juan 
			1:18; 15:26; 17:11, 21; Zacarías 14:9). (d) Identidad y cooperación en la Deidad El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son idénticos en lo que 
			respecta a persona; ni se les confunde en cuanto a relación; ni 
			están divididos en cuanto a la Deidad; ni opuestos en cuanto a 
			cooperación. El Hijo está en el Padre y el Padre está en 
			el Hijo en cuanto a relación. El Hijo está con el Padre y el 
			Padre está con el Hijo, en cuanto a confraternidad. El Padre 
			no procede del Hijo, sino el Hijo procede del Padre, 
			en lo que respecta a autoridad. El Espíritu Santo procede del Padre 
			y del Hijo, en cuanto a naturaleza, relación, cooperación y 
			autoridad. Por tanto, ninguna de las personas de la Deidad existe ni 
			opera separada o independientemente de las otras (Juan 
			5:17-30,32,37; 8:17,18). (e) El título Señor Jesucristo El título Señor Jesucristo es un nombre propio. En el 
			Nuevo Testamento nunca se le aplica al Padre ni al Espíritu Santo. 
			Por tanto pertenece exclusivamente al Hijo de Dios (Romanos 1:1-3,7; 
			2 Juan 3). (f) El Señor Jesucristo, Dios con nosotros El Señor Jesucristo, en lo que respecta a su naturaleza divina y 
			eterna, es el verdadero y unigénito Hijo del Padre, pero en lo que 
			respecta a su naturaleza humana, es el verdadero Hijo del Hombre. 
			Por lo tanto, se le reconoce como Dios y hombre; quien por ser Dios 
			y hombre, es "Emanuel", Dios con nosotros (Mateo 1:23; 1 Juan 
			4:2,10,14; Apocalipsis 1:13,17). (g) El título Hijo de Dios Siendo que el nombre Emanuel abarca lo divino y lo humano, en una 
			sola persona, nuestro Señor Jesucristo, el título Hijo de Dios 
			describe su debida deidad, y el título Hijo del Hombre su debida 
			humanidad. De manera que el título Hijo de Dios pertenece al orden 
			de la eternidad, y el título Hijo del Hombre al orden del tiempo 
			(Mateo 1:21-23; 2 Juan 3; 1 Juan 3:8; Hebreos 7:3; 1:1-13) (h) Transgresión de la doctrina de Cristo Por tanto, es una transgresión de la doctrina de Cristo decir que 
			el Señor Jesús derivó el título de Hijo de Dios sólo del hecho de la 
			encarnación, o por su relación con la economía de la redención . De 
			modo que negar que el Padre es un Padre verdadero y eterno y que el 
			Hijo es un Hijo verdadero y eterno es negar la distinción y relación 
			en el Ser de Dios; una negación del Padre y del Hijo; y una 
			substitución de la verdad de que Jesucristo fue hecho carne (2 Juan 
			9; Juan 1:1,2,14,18,29,49; 1 Juan 2:22,23; 4:1-5; Hebreos 12:2). (i) Exaltación de Jesucristo como Señor El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, después de limpiarnos 
			del pecado con su sangre, se sentó a la diestra de la Majestad en 
			las alturas, sujetándose a El ángeles, principados, y potestades. 
			Después de ser hecho Señor y Cristo, envió al Espíritu Santo para 
			que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y confiese que 
			Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios el Padre hasta el fin, 
			cuando el Hijo se sujete al Padre para que Dios sea todos en todo 
			(Hebreos 1:3; 1 Pedro 3:22; Hechos 2:32-36; Romanos 14:11; 1 
			Corintios 15:24-28). (j) Igual honor para el Padre y el Hijo Siendo que el Padre ha dado al Hijo todo juicio, no es solo un 
			deber de todos en el cielo y en la tierra postrarse ante El, sino 
			que es un gozo inefable en el Espíritu Santo adscribir al Hijo todos 
			los atributos de la deidad y rendirle todo el honor y la gloria 
			contenidos en todos los nombres y títulos de la Deidad excepto los 
			que denotan relación (ver los párrafos b, c y d), honrando así al 
			Hijo como se honra al Padre (Juan 5:22,23; 1 Pedro 1:8; Apocalipsis 
			5:6-14; Filipenses 2:8,9; Apocalipsis 7:9,10; 4:8-11). 3. La Deidad del Señor Jesucristo El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de Dios. La Biblia declara:
			
			 (a) Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31,35). (b) Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22). (c) Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38). (d) Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 Corintios 
			5:21). (e) Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 28:6; 
			Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4). (f) Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9, 11; 2:33; 
			Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3). 4. La caída del hombre El hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: "Hagamos al 
			hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza". Sin embargo, 
			el ser humano por su propia voluntad cayó en transgresión, 
			incurriendo así no sólo la muerte física sino también la espiritual, 
			que es la separación de Dios (Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos 
			5:12-19). 5. La salvación del hombre La única esperanza de redención para el hombre es a través de la 
			sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios. (a) Condiciones para la salvación. La salvación se recibe a 
			través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor 
			Jesucristo. El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según 
			la esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la 
			renovación del Espíritu Santo y la justificación por la gracia a 
			través de la fe (Lucas 24:47; Juan 3:3; Romanos 10:13–15; Efesios 
			2:8; Tito 2:11; 3:5–7). (b) Evidencias de la salvación. La evidencia interna de la 
			salvación es el testimonio directo del Espíritu (Romanos 8:16). La 
			evidencia externa ante todos los hombres es una vida de justicia y 
			verdadera santidad (Efesios 4:24; Tito 2:12). 6. Las ordenanzas de la iglesia (a) El bautismo en agua. Las Escrituras establecen la ordenanza 
			del bautismo en agua por inmersión. Todos los que se arrepienten y 
			creen en Cristo como Salvador y Señor deben ser bautizados. De esta 
			manera declaran ante el mundo que han muerto con Cristo y que han 
			sido resucitados con El para andar en nueva vida (Mateo 28:19; 
			Marcos 16:16; Hechos 10:47, 48; Romanos 6:4). (b) La santa comunión. La Cena del Señor, que consiste en la 
			participación de las especies eucarísticas–el pan y el fruto de la 
			vid–es el símbolo que expresa nuestra participación de la naturaleza 
			divina de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:4); un recordatorio de 
			sus sufrimientos y su muerte (1 Corintios 11:26); y una profecía de 
			su segunda venida (1 Corintios 11:26); y un mandato para todos los 
			creyentes "¡hasta que él venga!" 7. El bautismo en el Espíritu Santo Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar 
			fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu 
			Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la 
			experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con 
			el bautismo viene una investidura de poder para la vida y el 
			servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso en el 
			ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta 
			experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a 
			ella (Hechos 8:12–17; 10:44–46; 11:14–16; 15:7–9). Con el bautismo 
			en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias como la de ser 
			lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8), una reverencia más 
			profunda para Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28), una consagración 
			más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42) y un amor 
			más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 
			16:20). 8. La evidencia física inicial del bautismo en el 
			Espíritu Santo El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia 
			con la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el 
			Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este caso 
			es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 
			12:4–10, 28), pero es diferente en propósito y uso. 9. La santificación La santificación es un acto de separación de todo lo malo, y de 
			dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 
			13:12). La Biblia prescribe una vida de "santidad sin la cual nadie 
			verá al Señor" (Hebreos 12:14). Por el poder del Espíritu Santo 
			podemos obedecer el mandato que dice: "Sed santos porque yo soy 
			santo" (1 Pedro 1:15, 16). La santificación se efectúa en el creyente cuando este reconoce 
			su identidad con Cristo en su muerte y su resurrección, y por fe se 
			propone vivir cada día en esta unión con Cristo, y somete todas sus 
			facultades al dominio del Espíritu Santo (Romanos 6:1–11, 13; 8:1, 
			2, 13; Gálatas 2:20; Filipenses 2:12, 13; 1 Pedro 1:5). 10. La Iglesia y su misión La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la morada de Dios por el 
			Espíritu Santo, con el encargo divino de llevar a cabo su gran 
			comisión. Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte 
			integral de la asamblea general e iglesia de los primogénitos, que 
			están inscritos en los cielos (Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 
			12:23). Siendo que el propósito de Dios en relación con el hombre es 
			buscar y salvar lo que se había perdido, ser adorado por el ser 
			humano y edificar un cuerpo de creyentes a la imagen de su Hijo, la 
			principal razón de ser de las Asambleas de Dios como parte de la 
			Iglesia es: (a) Ser una agencia de Dios para la evangelización del mundo 
			(Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16). (b) Ser un cuerpo corporativo en el que el hombre pueda adorar a 
			Dios (1 Corintios 12:13). (c) Ser un canal para el propósito de Dios de edificar a un 
			cuerpo de santos siendo perfeccionados a la imagen de su Hijo 
			(Efesios 4:11–16; 1 Corintios 12:28; 14:12). Las Asambleas de Dios existe expresamente para dar continuo 
			énfasis a esta razón de ser según el modelo apostólico del Nuevo 
			Testamento enseñando a los creyentes y alentándolos a que sean 
			bautizados en el Espíritu Santo. Esta experiencia: a. Los capacita para evangelizar en el poder del Espíritu con 
			señales y milagros (Marcos 16:15–20; Hechos 4:29–31; Hebreos 2:3, 
			4). b. Agrega una dimensión necesaria a la adoración y a la relación 
			con Dios (1 Corintios 2:10–16; 1 Corintios 12–14) c. Los capacita para responder a la plena manifestación del 
			Espíritu Santo en la expresión de frutos, dones y ministerios como 
			en los tiempos del Nuevo Testamento para la edificación del cuerpo 
			de Cristo (Gálatas 5:22–26; 1 Corintios 14:12; Efesios 4:11, 12; 1 
			Corintios 12:28; Colosenses 1:29). 11. El ministerio Nuestro Señor ha provisto un ministerio divinamente llamado y 
			ordenado con el triple propósito de dirigir a la iglesia en: (1) la 
			evangelización del mundo (Marcos 16:15–20), (2) la adoración a Dios 
			(Juan 4:23, 24) y (3) la edificación de un cuerpo de santos, para 
			perfeccionarlos a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11, 16). 12. Sanidad divina La sanidad divina es una parte integral del evangelio. La 
			liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el 
			privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17; 
			Santiago 5:14–16). 13. La esperanza bienaventurada La resurrección de los que han muerto en Cristo y su 
			arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida 
			del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia 
			(1 Tesalonicenses 4:16, 17; Romanos 8:23; Tito 2:13; 1 Corintios 
			15:51, 52). 14. El reino milenario de Cristo La segunda venida de Cristo incluye el rapto de los santos, que 
			es nuestra esperanza bienaventurada, seguido por el regreso visible 
			de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años (Zacarías 
			14:5; Mateo 24:27–30; Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:1–6). Este reino 
			milenario traerá la salvación de Israel como nación (Ezequiel 37:21, 
			22; Sofonías 3:19,20; Romanos 11:26,27) y el establecimiento de una 
			paz universal (Isaías 11:6–9; Salmo 72:3–8; Miqueas 4:3, 4). 15. El juicio final Habrá un juicio final en el que los pecadores muertos serán 
			resucitados y juzgados según sus obras. Todo aquel cuyo nombre no se 
			halle en el Libro de la Vida, será confinado a sufrir castigo eterno 
			en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, 
			junto con el diablo y sus ángeles, la bestia y el falso profeta 
			(Mateo 25:46; Marcos 9:43–48; Apocalipsis 19:20; 20:11–15; 21:8). 16. Los cielos nuevos y la tierra nueva "Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y 
			tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13; 
			Apocalipsis 21:22). |